
A primera vista, la imagen de una viña entre rocas negras resulta impactante. Y es que, cuando el suelo sobre el que crece la vid está formado por ceniza, lava y piedra volcánica, el resultado no solo sorprende a la vista sino también al resto de los sentidos. Así nacen los vinos volcánicos que, copa en mano, transportan a paisajes abruptos donde la tierra parece guardar el eco de antiguas erupciones.
¿Eres de los que buscan singularidad y carácter en cada sorbo? Entonces atento porque los vinos canarios o los vinos de Santorini, por ejemplo, pueden ser perfectos para tí. Perfiles minerales, austeros, elegantes… Sigue leyendo y descubre cómo el suelo volcánico deja su huella en el vino.
El alma del volcán en la copa
Cuando hablamos de vinos minerales, no nos referimos a que contengan literalmente minerales como el hierro o el magnesio -aunque estos están presentes en el suelo-, sino a una sensación: notas que recuerdan a la piedra mojada, la tiza, la salinidad o incluso al humo. Esta mineralidad suele estar asociada a suelos pobres en materia orgánica pero ricos en composición geológica, como los volcánicos.
Al crecer en este tipo de terrenos, las vides deben luchar por cada gota de agua y nutriente lo que, en la práctica, se traduce en racimos más pequeños y concentrados. ¿El resultado? Vinos volcánicos de gran expresión y acidez marcada. Además, el correcto drenaje y temperatura de estos suelos hace de ellos un escenario ideal para una maduración lenta y equilibrada de la uva.
Ya sea un vino DO Lanzarote o una etiqueta surgida bajo la influencia del Etna, por ejemplo, si quieres aprender a identificar estas cualidades en la copa, lo ideal es comenzar por oler el vino con atención. ¿Detectas algo terroso? ¿Pedregoso? ¿Salino? En boca busca tensión, frescura y persistencia. Los vinos minerales suelen tener una acidez vibrante y una estructura limpia que deja una sensación seca y elegante.
Vinos volcánicos: singularidad y carácter
El vino en Canarias es algo más que un producto. Hablamos de tradición pero también de adaptación. En medio de un paisaje casi lunar, la viña en Lanzarote crece en hoyos excavados en ceniza volcánica, protegidos del viento por muros de piedra semicirculares. Esta técnica, llamada ‘zanja’ u ‘hoyo’, es única en el mundo y permite que las raíces alcancen la humedad acumulada en las capas profundas del suelo. El resultado son vinos blancos Lanzarote como el Malvasía Volcánica -la estrella de la isla con aromas florales, cítricos y un fondo ahumado- que sorprenden por su frescura, salinidad y carácter mineral.
En el mar Egeo, Santorini ofrece otro ejemplo impresionante de viticultura extrema. Las viñas allí no se plantan en hileras verticales, sino que se enroscan en forma de corona baja -una técnica llamada kouloura- para protegerse del viento y del sol abrasador. El suelo, formado por ceniza volcánica, piedra pómez y lava, aporta a los vinos de Santorini una personalidad salina, punzante y muy mineral. La variedad más emblemática de la isla es la Assyrtiko que confiere a sus vinos blancos un carácter seco, con una acidez vibrante y un perfil que recuerda al limón, la piedra y el mar.
Aunque geográficamente alejadas, Canarias y Santorini comparten un lenguaje sensorial: la influencia del suelo volcánico como hilo conductor de vinos sinceros, con una fuerte identidad. ¿Listo para explorar el carácter de los vinos volcánicos?